EL HOMBRE ORQUESTA, por Patricio Beltrami

Luego
de que su pareja Eugenia partiera hacia el trabajo, Mex se prepara un cortado
con talitas hechas en casa para encarar la recta final de esa primera parte de
las labores de un programador de festival. De los 257 cortos recibidos por
convocatoria en los últimos tres meses, le quedan ver cerca de veinte durante
las siguientes cinco horas. Sin embargo, ese tiempo pasará demasiado rápido.
Este
marplatense de 47 años resignado ante el avance de la calvicie, portando una descuidada
corta barba canosa, al que le resulta difícil pasar desapercibido en público
por su más de metro noventa de altura, es el hombre orquesta. Dirige, programa,
produce y difunde un festival de cine autogestionado, lidera la redacción de
una página web especializada en la industria audiovisual, trabaja en un portal
de noticias, colabora en otros sitios con artículos sobre cine y series,
realiza columnas en varias radios y hace trabajos de tapicería en el taller
familiar.
Hijo
de Luis e Hilda y hermano de Cristian, Mex ha decidido que su nombre de pila sea
un secreto guardado por sus seres queridos. A lo largo de la vida ha buscado manejar
su destino, haciéndose cargo de las consecuencias de sus decisiones. Como
cuando dejó la secundaria en la adolescencia porque no se sentía motivado por esa
forma de educación, aunque años más tarde retomaría los estudios en la nocturna
motorizado por una vocación: el periodismo. Esta profesión lo ha acompañado
desde su primera pasantía en el diario El Atlántico hasta su actual cargo en la
redacción de la página web El Marplatense.
En
el medio fue uno de los creadores Funcinema, espacio inicialmente dedicado a la
crítica cinematográfica que, con el paso de los años, se ha extendido a portal
de noticias, programa de radio y festival internacional de cine. Pero como dice
Andrés Calamaro, uno de sus artistas favoritos, no se puede vivir del amor. Por
eso, detrás de las infinitas horas dedicadas a todos los formatos de Funcinema
hay muchas más horas de esos trabajos que se aceptan para llegar a fin de mes y
sostener proyectos tan poco rentables como indispensables para ser feliz.
La
mañana del sábado pasa rápido entre el visionado de cortos, el armado de publicaciones
para portales o redes sociales y las charlas por Whatsapp con su mamá. Pero
para Mex hay algo tan importante como el cine: la comida. Por eso también hace
compras para las pizzas que amasará a la noche. Harina, levadura, salsa de
tomate, muzzarella, condimentos que escaseaban en su alacena… lo necesario no
sólo para agasajar a los comensales, sino para coronar un arduo proceso de
trabajo con una cena que esté a la altura de semejante esfuerzo.
A
las tres y media el equipo está completo en el departamento de dos ambientes situado
en el macrocentro de Mar del Plata. Cuatro personas sentadas a cada lado de una
mesa rectangular, donde no queda espacio por las dos notebooks, las dos tazas
de té, el azúcar, la pava, el mate y una variedad de galletitas, bizcochitos y
facturas. De un lado, el televisor emite un partido del Mundial de Clubes a
bajo volumen. Del otro lado hay un armario donde se intercalan libros de cine
con muñecos de Pixar, ese universo animado tan querido por el anfitrión.
El
amor de Mex por el cine se remonta a su infancia. A la diversa oferta de
películas y series que había en la televisión de aire a mediados de los ochenta
se le sumaron las visitas al videoclub para acceder al enorme universo de
historias de acción, animación y, por supuesto, de su género favorito: comedia.
Desde antes de su adolescencia ya era habitué de los cines del centro. Aún lejos
de un futuro como crítico, el joven Mex empezó a armar un registro en papel de
todos los largometrajes que había visto: título, director, actores, año de
estreno, día, lugar y contexto de la función, valor de la entrada y alguna
anécdota en particular.
Metódico
y ordenado, mantendrá esa misma rigurosidad en su adultez. Si bien este día clave
podría ser caótico y conflictivo, el hombre orquesta ordena el debate y propone
soluciones ante a los intercambios entre programadores. A pesar de ello, Mex
siempre ha considerado que la jornada de selección es el momento que más
disfruta en cada edición del Festival Funcinema. Esta vez, el encuentro
transcurre con niveles de tensión menores que en otros años. “Coincidimos
bastante en la Competencia Internacional de Cortos, así que quedó armada rápido”,
enfatiza Mex, quien aprovecha ese escenario para lidiar con las obligaciones
laborales que los sábados desarrolla en formato home office.
Aunque
la complicidad y la cinefilia constantemente llevan a la reunión hacia terrenos
ajenos a la selección de cortos, las distracciones no le generan fastidio al
hombre orquesta. Al contrario, el peso de los compromisos laborales y las pocas
horas de sueño se vuelven más livianos gracias a los debates sobre la
programación y las chicanas entre amigos a causa de ciertos gustos
cinematográficos insólitos. “Es un momento muy atractivo, donde el festival
toma forma”, valora Mex.
Luego
se vuelve al Excel para repasar los puntajes de los doscientos noventa y dos cortos
y largometrajes en convocatoria para realizar un acercamiento a la futura
programación. Pese a que el festival tendrá lugar a fines de septiembre, Mex
insiste en armar bloques temáticos para estimar la cantidad y duración de las
funciones. También propone coordinar los próximos pasos: comunicarse con las
producciones seleccionadas, planificar acciones de difusión, coordinar la labor
de subtitulación, cerrar fechas y horarios para proyecciones, elegir jurados.
Cerca
de las ocho y media de la noche finaliza la reunión. Tras cerrar la planilla de
Excel que había abierto doce horas atrás, Mex libera las tensiones de una
sesión “muy divertida, interesante, larga y agotadora” amasando pizzas. Feliz
de haber vivido otra de sus jornadas favoritas del festival, no puede evitar
caer en un gesto de falsa modestia: “Creo que las pizzas salieron bien”. Los comensales,
quienes aseguran que la muzzarella, la fugazzeta y la provenzal serán tan
memorables como las risas compartidas esa tarde, se irán del departamento bien entrada
la madrugada del domingo. En ese momento el hombre orquesta podrá descansar
unas pocas horas porque lo espera otro largo día de trabajo.
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