Filosofía a la gorra
Después
de haber buscado durante la semana (lluviosa, fría y por algunos momentos sin
servicio de electricidad) un evento cultural al que asistir para realizar una
crónica encontré a última hora, gracias a un conocido, una charla: “Filosofía a
la gorra”. El lugar era “En eso estamos”, ubicado en 62 entre 1 y 115, en el
barrio El Mondongo de La Plata. Las calles eran de piedra y sobre las aceras había
hileras de árboles deshojados.
El
ingreso a “En eso estamos” era por la calle 62 a mitad de cuadra. La puerta de
hierro pintado de amarillo y vidrios, algunos rotos, estaba cerrada. Tuve que
pasar varias veces para darme cuenta que ése era el sitio. Pasando la entrada
había plantas colocadas sobre estructuras de hierro oxidado, luego, a la
derecha, estaba el lugar en donde vendían alimentos y bebidas (el plato del día
era empanadas de carne a 25 pesos, el café batido costaba 40 y las medialunas
15), y al lado estaban los baños: un cuadrado de chapas y maderas pintadas de
negro.
A la
izquierda había estantes de madera sobre los que reposaban libros apilados y objetos
de otro tiempo: alarmas, balanzas, tambos oxidados, televisores y máquinas de
escribir. En el centro estaban ubicadas las mesas de madera sin pintar y las
sillas de las que era difícil encontrar dos iguales. Entre las mesas y la zona
de comidas había una barra de madera tosca y algunas banquetas; elegí ese lugar
para escuchar la charla.
Desde
ahí se veía todo el escenario: un tablado con paredes altas de madera, todo
pintado negro. El frío era intenso: se colaba por los vidrios rotos de la
claraboya del techo y subía desde el piso de cemento, tanto que hacía doler los
pies. La luz era artificial y cálida, lo que le daba al lugar una tibieza
aparente, pues era tanto el frío que al respirar
exhalábamos vapor.
¿En
eso estamos?
“En eso estamos, Fábrica
cultural” es un centro cultural autogestivo emplazado en un pedacito de lo que
es la cooperativa textil CITA (Cooperativa Industrial Textil Argentina) que
funciona -hoy paralizada- desde 1920, y que en 1952 con el aporte de las
indemnizaciones de los trabajadores fue reconvertida en cooperativa. Soportaron
diferentes crisis: en los 90 estuvieron a punto de cerrar por la competencia
desleal de las importaciones permitidas por las políticas de gobiernos
neoliberales, tanto que para 1998 enfrentaba una parálisis productiva que la
llevó a la cesación de pagos y en el 2001 al borde de la quiebra. La
recuperación vino de la mano de políticas económicas y sociales que apostaban a
la producción local y la recuperación del trabajo, pero el período de
recuperación, aunque largo, no fue lo suficiente para que sus
trabajadores-dueños pudieran resistir la asfixia económica creada por los
tarifazos de la gestión neoliberal de Cambiemos, que sumada a la importación
indiscriminada de manufactura textil tiene hoy a CITA al borde de desaparecer y
que para recibir algunos ingresos se ve en la obligación de rentar algunos de
sus espacios para ser usados como garage y centros culturales, mientras sus
máquinas paralizadas se oxidan en su interior y los trabajadores sobreviven
como pueden.
“Filosofía a la gorra” tuvo 24 asistentes, la mayoría
desperdigados por las mesas, de las cuales solo dos estaban llenas: una con
cuatro chicas que compartían mates tibios entre risas; y la otra con tres
asistentes: dos hombres y una mujer que con guantes puestos hacía maromas para
poder pasar las hojas del libro que estaba mirando. Todo esto mientras proyectaban
dibujos animados haciendo tiempo para la llegada de más gente. Se apagaron las
luces y la charla comenzó. Nos explicaron que se iba a disertar algunas ideas
de Foucault presentes en el tomo I de Historia
de la sexualidad y que para problematizar la lectura se iba a acompañar con
fragmentos de películas. La primera proyección fue La Concejala Antropófaga de Almodóvar, un corto de no más de 10
minutos en la que se apuesta por el placer y y los fetiches; todo es una
experiencia placentera, desde la puesta en escena con su paleta de colores
hasta las acciones de la protagonista: consumir cocaína, tomar cerveza, comer
un postre o relatar, a una persona dormida, sus desvaríos e inclinaciones
sexuales. Esta primera parte correspondía a lo que el tallerista llamó “la
experiencia placentera”.
Los siguientes videos fueron fragmentos de Made in USA de Godard y Easy ryder de Dennis Hopper. El primero
era sobre una reportera que armada empieza a investigar la muerte de un exnovio
mientras los cadáveres se iban apilando. El segundo trataba sobre un viaje en
moto de un grupo de amigos por Estados Unidos mientras consumían alcohol y
marihuana; viendo esa escena pensaba en el vínculo entre la velocidad y la ruta
como sinónimo de libertad, en el viaje de los protagonistas que van al
encuentro de sí mismos: “nosotros con el psicoanálisis y ellos con la ruta”,
escribí en la libreta en la que llevaba los apuntes.
Un momento después escuché que me llamaban desde atrás.
Era Eliana, una compañera de la facultad con la que había
cursado hace unos años, me costó reconocerla, tenía el cabello diferente: ahora
llevaba un corte carré; y con la poca luz no se podía ver sus ojos verdes, pero
su forma de sonreír seguía siendo la misma: ojos achinados y labios delgados
que apenas dejan ver sus dos hileras de dientes blancos y pequeños.
–¿Qué hacés acá, Duver?
–Un
trabajo. ¿Y vos, no viniste a aguantar frío? –le pregunté apuntando al grabador
que tenía sobre la mesa.
–No
tenía nada que hacer y estaba este evento, lo grabo porque me puede servir para
algo –me dice y me entrega unos stickers, los miro y se me hacen conocidos.
–¿Vos
sos la perforadora de burbujas?
–Sí,
soy yo. ¿Cómo sabés?
–¡No
sabía que eras vos! Por la voz de los
poemas que subís es imposible detectar que sos vos. ¿Qué les hacés a los
audios: le ponés autotune como los
reguetoneros?
–reímos–. Te sigo en Instagram. Aunque casi nunca
comparto cosas y lo uso más que nada para ver memes, sirve –reímos de nuevo–. La verdad, me di cuenta por los dibujos
y porque dicen “perforadora de burbujas”.
–¿Y te
gustan mis poemas?
–Son un
poco extraños, como que quieres acabar con el sistema prendiéndolo fuego, cosa
que comparto. Algunos son un poco crípticos y a nosotros los hombres nos deja
muy mal parados, como que nos quieres prender fuego también. Pero si quieres
saco a relucir las dos cosas que aprendí de lingüística en Periodismo y te hago
un análisis detallado.
Entre risas,
Eliana me pasó un mate:
–A los
hombres, no. A los machos, que es muy diferente.
–Bueno,
pero no te erices, solo era un mal chiste –respondí sin saber mucho qué decir.
–Voy a
conseguir unas medialunas –dijo y agarró unos stickers que un momento después
intercambió con el que atendía en la barra.
Comimos y tomamos mate mientras la exposición continuaba
hasta que el expositor dijo que habría un receso de 10 minutos.
Fui al baño y volví casi congelado. Le dije a Eliana que si
en el salón hacía frío, el baño era Siberia.
–Vamos
a fumar un pucho antes que arranque de vuelta –dijo mientras se ponía unos guantes y me ofrecía un
cigarrillo armado.
–Qué
guantes chetos.
–Eran
de mi abuela. Murió hace poco.
–Ehh.
Es medio incómodo, no hay como arreglar esa metida de pata –le dije mientras
intentaba sonreír.
–No
pasa nada –dijo riendo–. Además
no es de cheta, es por el frío.
–Te
entiendo. Es más, te envidio, me cuesta agarrar el cigarrillo con este frío.
Pero vos venís preparada para soportar una tormenta –dije–. Esa
campera te cubre de todo.
–La
rescaté por 50 en una feria. El pantalón me costó 100 y los zapatos lo mismo.
–¿Qué
andás haciendo, Eli?
–Dejé
mi trabajo en la Municipalidad y me dedico a intentar ser feliz. Estoy con mis poemas y sobrevivo como puedo.
Hago lo que quiero, voy a donde quiero; soy libre. Solo escribo y dibujo y
pienso vivir de los stickers.
–¡Cuanta
valentía! Y yo sufriendo porque no encuentro trabajo y porque hace mucho que no
escribo nada y porque cada vez más me doy cuenta de que no se puede vivir de la
escritura –reímos y terminamos de fumar.
Entramos a la parte final de la charla, que continuó sin
interrupciones. Fueron dos horas sobre el uso de los placeres
intentado responder la pregunta con la que se abrió la disertación: ¿Somos
capaces de tener una moral de los actos y los placeres que pueda tener en
cuenta el placer del otro? Nadie responde. El expositor sacó un gorro viejo
y lo pasó por las mesas para que pusiéramos allí, cómo colaboración, la plata
que pudiéramos o que creyéramos justa: “esto es filosofía a la gorra”, dijo.
Eli
puso unos stikers.
Y como
cierre nos dejó con un fragmento de Paterson,
una película de Jarmusch en la que se narraba la historia de un chofer que en
sus ratos libres hacía poesía, para que buscáramos nosotros mismos la relación
entre el placer y el arte. Películas, filosofía y algunas preguntas sin
respuesta acompañaron la tarde-noche sumado al encuentro con Eli, a sus mates y
a las medialunas intercambiadas por stickers.
–¿Qué vas a hacer el 28
de julio? –preguntó Eliana.
–¿No sé, por qué?
–¿Quieres venir a una
obra de teatro experimental en la que voy a actuar? Anota la dirección. Igual
te lo voy a recordar por Instagram –dijo sonriendo.
–Dale, ahí voy a estar –le respondí devolviendo
la sonrisa.
Se
puso sus guantes y nos despedimos con un abrazo. Subió a su bici y arrancó a
pedalear por la calle empedrada. Me acomodé la campera y arranqué a caminar por
el camino contrario.
“El
que busca, encuentra.”
La búsqueda de un evento
cultural dejó en evidencia tres cosas: la primera es que La Plata, pese a ser
una ciudad de estudiantes con una oferta cultural en apariencia grande, no lo
es tanto: la mayor se reduce a eventos de carácter privado. La oferta teatral,
sacando el teatro de La Universidad Nacional de La Plata, tiene poca publicidad
y –lo más preocupante– es que muchos teatros
y centros culturales independientes y barriales han tenido que cerrar sus
puertas debido a la crisis económica; la segunda, que la mayor difusión de
eventos se hace desde tres puntos, la Municipalidad –que solo publicita los
suyos–, y el diario “El
día” en cuyas páginas no tiene en cuenta a los eventos independientes, esto
sumado a que los centros culturales barriales e independientes no actualizan en
sus redes sociales la funciones que preparan; y tercero, que la difusión de
eventos culturales independientes se hace por medio del boca a boca, en el que
un conocido de un actor, cantante, poeta, te cuenta (o publican y comparten en
sus redes sociales) el evento en el que va a estar su amigo, conocido o en el
que va a participar. El “boca a boca” es la forma de romper el cerco mediático
que hay sobre la difusión cultural independiente en la ciudad.
Duver Arboleda
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